Cuando cambia el calendario, todo el planeta se moviliza en torno a rituales de Nueva Año tan detallados como simbólicos. Detrás de las cotillones y los fuegos artificiales, cada país mantiene sus propias tradiciones para atraer la suerte, la prosperidad y el amor. Aquí te lo explicamos, con una guía práctica incluida.
En España, no hay forma de evitar los doce uvas de la suerte. Cada noche de Año Nuevo, las comemos sin descanso, una por cada mes del próximo año. ¿El reto? Terminar todas antes de la última campanada, porque si no, la buena suerte podría escaparse. Un ritual parecido en México, donde a veces acompañan el acto con deseos susurrados a toda prisa.
En Italia, la buena suerte se prepara en la cocina. Las lentejas son protagonistas en la cena de Nochevieja o justo después de la medianoche, cocidas y, a veces, acompañadas de carne de cerdo. Su forma recuerda a las monedas: cuantas más se coman, más abundancia se espera para el año nuevo. El código de vestimenta, por su parte, comienza antes de vestirse: los ropa interior roja, en Italia, España y varios países de América Latina, se suelen poner en la noche de la celebración, ya que el color simboliza amor y buena suerte.
En Alemania, la llegada del Año Nuevo se celebra con la figura del cerdo, un símbolo ancestral de prosperidad y buena suerte. Es habitual servir platillos con carne de cerdo o colocar figuritas de cerdo en las mesas para atraer el éxito en el nuevo año.
En Grecia, se cuelga una cebolla entera en la puerta de entrada la noche del 31 de diciembre. El 1 de enero, puede usarse para tocar suavemente la cabeza de los niños, símbolo de crecimiento y renovación. En Rumanía, llega la hora de las predicciones: doce cáscaras o trozos de cebolla, a veces espolvoreados con sal, se colocan la noche de Año Nuevo. Al día siguiente, la humedad que se observe se interpreta como una pista sobre las condiciones meteorológicas de cada mes.
En Colombia, justo a la medianoche, la gente sale con una maleta vacía y da vueltas por la casa o por la cuadra para llamar a los viajes. En algunas regiones de América Latina y Asia, es tradición barrer el suelo justo antes de la medianoche para simbólicamente alejar las energías negativas del año que termina.
El ruido también forma parte del rito. En Dinamarca, es tradición romper platos usados frente a la puerta de familiares y amigos: cuantas más vajillas rotas formen un montón vistoso, mejor será el año marcado por la amistad. En Australia y en otras partes del mundo, golpear fuerte en utensilios de cocina a la medianoche se hace para ahuyentar la mala suerte.
En Brasil, la tradición se llena de blanco y agua. En las playas, especialmente en Río, se viste de blanco, símbolo de paz. A la medianoche, muchos saltan siete olas, cada una con un deseo, antes de tirar flores al mar como ofrenda.
En Japón, la víspera del Año Nuevo japonés (Ōmisoka, el 31 de diciembre) se celebra con la degustación de toshikoshi soba, unos largos fideos de trigo sarraceno que representan la longevidad y el paso de un año a otro. A la medianoche, los templos budistas hacen sonar las campanas 108 veces, cada golpe simbolizando una pasión humana que se busca purificar para comenzar el nuevo año con limpieza y ligereza.
Finalmente, el 1 de enero, la tradición muy arraigada del salto del oso polar, en Europa del Norte y Norteamérica, consiste en sumergirse brevemente en aguas heladas, a menudo en un entorno organizado, con la intención de renacer.
La Nochevieja se asemeja a una gran coreografía global. En cada rincón del mundo, se repiten gestos que, aunque a veces insólitos, llevan siempre un profundo significado. Es una tradición muy seria —y con un toque de humor— que nos recuerda que, antes de cerrar un capítulo, todos queremos creer que un ritual bien realizado puede cambiar el rumbo del destino.
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