En pleno verano de 1465, una auténtica revolución iluminó la vida de los parisinos. El 4 de julio de ese año se aprobó una ordenanza que obligaba a instalar faroles en las calles de París. Simples velas, colocadas en modestos faroles, comenzaron a iluminar las oscuras y peligrosas calles de la capital francesa.
Es interesante darse cuenta de hasta qué punto esta medida, aunque rudimentaria para los estándares actuales, cambió la vida de los parisinos. Antes, el anochecer hacía que la ciudad fuera silenciosa e incluso peligrosa, con las calles infestadas de ladrones. Las palabras de Boileau en su sexta sátira ilustran perfectamente la situación de la época:
"El bosque más desastroso y menos frecuentado es, al precio de París, un lugar seguro. Ay de aquel a quien un imprevisto compromete demasiado tarde en el recodo de una calle".
La llegada de las linternas cambió todo eso, convirtiendo la noche parisina en una experiencia más segura y menos aterradora. Fue un periodo de cambios importantes para la ciudad, a pesar de las resistencias y dificultades encontradas en la aplicación de las nuevas normas.
La Crónica de Luis XI menciona: "El miércoles 4 de julio, se publicó y publicitó en los cruces de París que cada hotel de la ciudad debía tener un farol y una vela encendida en la ventana durante la noche, y que cada hogar que tuviera un perro debía encerrarlo en su casa so pena de multa". Sin embargo, a pesar de su importancia, esta ordenanza no se respetó plenamente.
No obstante, este primer paso hacia elalumbrado público marcó el inicio de una serie de medidas destinadas a mejorar la seguridad de los habitantes de la ciudad. Iniciativas posteriores, en 1524 y 1526, trataron de introducir normas aún más estrictas para el alumbrado público, en respuesta a los disturbios causados por bandas de ladrones, conocidos como "chicos malos", que se cebaban con los transeúntes y aprovechaban la oscuridad para cometer sus fechorías.
El cambio más significativo se produjo probablemente en 1558, cuando la Cámara del Consejo impuso la instalación de un falot iluminado en cada esquina, desde las 10 de la noche hasta las 4 de la mañana. Fue un gran paso adelante en el desarrollo del alumbrado público en París.
Sin embargo, los parisinos no vieron ninguna mejora real hasta el siglo XVIII. En 1744 se inventó la linterna reverberante (lámpara de aceite y reflector de plata), pero no fue hasta 1766 cuando la linterna de Monsieur Bourgeois de Chateaublanc fue elegida para equipar las calles de París. En aquella época, a falta de aceras, se suspendían por encima de las calles o se colgaban de soportes cada 50 metros.
Más tarde, en 1881, se celebró en París la primera Exposición Internacional de Electricidad. Este acontecimiento, apoyado por ingenieros y financieros, iba a ser un gran éxito.
En 1900, con motivo de la Exposición Universal, París se convierte en la "Ciudad de la Luz". Era una estrategia de marketing, una forma de promocionarse y distinguirse. En esa época, París se había puesto a la altura de otras ciudades en materia de iluminación, como Nueva York, que ya disponía de alumbrado eléctrico. La ciudad resplandecía de luz, recordando que fue en París donde se hicieron los primeros intentos de iluminación eléctrica moderna.
Hoy en día, es fácil descartar esto como un avance tecnológico menor. En aquella época, sin embargo, fue una revolución que no sólo iluminó la vida de los parisinos, sino que también aumentó su seguridad y su capacidad para realizar sus actividades cotidianas incluso después del anochecer.
La historia de los farolillos de París es más que anecdótica: es un testimonio de la evolución progresiva de la sociedad hacia una vida nocturna más segura y organizada. Esta iniciativa transformó la vida de los parisinos, dándoles una forma que hoy reconocemos como típicamente urbana y moderna.
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