¿Y si le dijéramos que la capital fue salvada de la invasión de los hunos por una mujer llamada Geneviève, y sin siquiera oponer resistencia? Menos conocida que Juana de Arco, pero igual de carismática, la patrona de París merece su lugar en el panteón de los grandes personajes históricos, literalmente, ya que el Panteón se encuentra hoy en la Montaña Santa Genoveva, en el emplazamiento de la antigua abadía que le estaba dedicada.
Imaginemos París en el siglo V. En 451, Atila el Huno llegó a Lutecia desde lejos, un auténtico azote que destruía todo a su paso y sembraba el terror por doquier. Cuando corrió el rumor de que se acercaba, los parisinos se asustaron y quisieron huir a Orleans, pero Geneviève, una joven piadosa de apenas treinta años, instó a la multitud a rezar y a no abandonar la ciudad, segura de que la ciudad, que aún no era capital, se salvaría. Finalmente, ya fuera por milagro o por casualidad, Atila cambió de dirección y evitó Lutecia, dirigiéndose a Orleans.
Geneviève se convirtió así en una auténtica heroína y figura espiritual de la capital, organizando convoyes de alimentos durante las hambrunas e intercediendo ante los reyes francos para ayudar a los más pobres, en particular a los primeros gobernantes cristianos del reino franco, Clodoveo y Clotilde. A su muerte, en 502, fue enterrada en la colina que más tarde llevaría su nombre: la Montaña Santa Genoveva.
Hoy en día, el alma de Sainte-Geneniève sigue viva en muchos lugares de la capital, pero su recuerdo puede rastrearse sobre todo en el distrito V, en particular en laiglesia de Saint-Étienne-du-Mont, donde aún puede verse su sarcófago, a pesar de que sus reliquias desaparecieron durante la Revolución. Aunque su culto ya no es tan popular como antaño, la diócesis sigue organizando cada año una procesión en su honor entre Nanterre, donde nació, y París.
Una figura discreta y, sin embargo, en parte gracias a ella la Ciudad de la Luz no se sumió en la oscuridad en aquella época. ¿Quién sabe lo que habría ocurrido de ser así?















